En un pueblo no muy grande vivía una familia bastante
adinerada, eran cuatro: el padre, la madre, el pequeño Jorge y su perro Toby.
Su casa estaba a las afueras, cerca de un bosque donde el niño salía a jugar
con su perro muy a menudo ya que tenía sólo seis años y estaba en plena edad
para eso. Una tarde Jorge fue hacia los columpios que había al lado de un árbol
al que llamaban “el árbol de las almas rotas”, acompañado de su mascota como
siempre. El niño tarareaba una canción un tanto siniestra, decía:
En un oscuro árbol del bosque,
Yo venía a jugar
Alegre como siempre,
Aunque esto bien no iba a acabar.
No paraba de repetir aquella sintonía una y otra vez, cada
ves más fuerte y más deprisa. ¡Parecía que estuviera invocando a las almas que
seguían atadas a ese árbol, con el tono que utilizaba! Pero de repente paró, se
bajó del columpio y se fue corriendo hacia su casa.
Al día siguiente su padre se tenía que ir a trabajar, era el
director de la empresa de zapatos más importante de Europa. El caso es que el señor
al despedirse de su hijo notó algo extraño en él, sintió un frío que le
congelaba hasta el último dedo del pie, y algo raro por la nuca. Jorge tenía
una palidez poco común y la mirada perdida, solo decía palabras sueltas, como
“miedo”, “muerte”, “dolor”… El padre se asustó y fue deprisa a buscar a su
esposa, y cuando regresaron al salón los dos, el niño tenía en brazos a Toby
degollado. Ambos se asustaron, no principalmente por el estado del perro si no
por la cara demoníaca que tenía el niño. Pero su rostro normal regresó a los
pocos segundos, y empezó a llorar desconsoladamente cuando se percató de que su
perro estaba muerto entre sus brazos.
Enterraron a Toby sin más importancia esa noche lluviosa de
Abril. Guardaron un pequeño baúl al lado de él donde se encontraba el juguete
favorito de Jorge; lo hicieron por petición suya ya que el niño le tenía un
especial cariño al animal.
Era un poco tarde y la familia se fue a dormir, el pequeño
de la casa seguía triste pero no tardó mucho en dormirse. Los padres cuando se
tumbaron se empezaron a preguntar si fue Jorge quien cometió esa atrocidad o es
que hay alguien rondando por allí que se dedica a hacer eso, no tenían ni idea
de cual era la opción correcta ya que el niño se negaba a comentar lo que
ocurrió.
Hacia las tres de la mañana Jorge se levantó de la cama de
repente, con los ojos muy abiertos y decidido salió fuera de la casa. Su madre
escuchó el portazo y se asustó, fue a la habitación del niño para ver si estaba
bien pero para su sorpresa, Jorge no estaba allí. Decía su nombre repetidas
veces pero nadie contestaba, entonces decidió salir fuera a ver que pasaba.
Tampoco había nadie. Se empezó a preocupar de verdad porque
su hijo no aparecía por ningún lado. Pensó que podría estar en los columpios
donde acostumbraba ir a jugar; empezó a adentrarse al bosque cada vez más
asustada, pues era plenamente de noche y existía un ambiente un tanto
inquietante.
La mujer llegó al destino y vio que allí solo estaba ese
viejo columpio balanceándose sigilosamente por la brisa del viento, ni rastro
de su hijo. Volvió a su casa intranquila con el pensamiento de que Jorge
hubiera regresado o de pedirle ayuda a su marido. Pasó al cuarto del niño y en
efecto, estaba allí durmiendo como un angelito. La cara de asombro de la madre
fue inmediata, pero no le dio demasiada importancia a lo sucedido.
A la mañana siguiente el padre mientras desayunaba se dio
cuenta de que el peluche que hacía unas horas habían enterrado junto al perro,
estaba encima de la mesa. Se lo mostró a su mujer y ella le contó lo que pasó
de madrugada.
Se preguntaban que qué estaba pasando pero no sabían como
responder aquella pregunta.
Varias semanas pasaron sin sucesos macabros. Hasta aquel
lunes.
La madre apareció muerta en la cama, con un cuchillo clavado
por la zona del pecho y llena de sangre a su alrededor. Fue su marido quien la
encontró así, y con un ataque de ira se abalanzó sobre Jorge para intentar
ahogarle, pensando que él era el culpable de todo. El niño le suplicaba que
parase y así fue, el padre se calmó y se sentó en el suelo desesperado. Se dio
cuenta de que así no conseguía nada, ¿cómo iba a matar el pequeño Jorge a su
preciosa madre? Aunque la muerte del perro, los sonambulismos, el peluche y
ahora esto…, algo allí no pintaba bien.
Jorge seguía pasando las tardes en aquel columpio, junto
aquel árbol maldito; cantando esa canción y comportándose de manera poco común.
El padre no podía más, se sentía culpable y solo. No estaba
preparado para esta situación y decidió hacer algo de carácter cobarde y
miserable: se ahorcó en el árbol de las almas caídas.
El niño al ver que su padre no volvía a pesar de que
estuviera anocheciendo, fue otra vez más a aquel columpio a jugar. Vio a lo
lejos un cuerpo colgado de una cuerda, balanceándose al ritmo del viento.
Cuando se acercó se dio cuenta inmediatamente de que era su querido padre.
Escuchó a alguien acercarse detrás de él, aplaudiendo.
¡Era su difunta madre! ¿Cómo era posible?, ¿no estaba
muerta?
Pues al parecer no, la mujer estaba mas viva que nunca. Le
contó a Jorge como lo había hecho todo: intentó hacer que su comportamiento
fuera más raro de lo normal, dándole tipos de arsénico que provocaban decir
cosas extrañas, y muchos otros efectos que resultaban muy convincentes para su
plan. Fue ella quien degolló a Toby, quien desenterró el peluche, quien hizo
creer a todos que había muerto, y quien provocó el suicidio de su marido. Pero
su macabra idea no acababa ahí. Antes tenía que matar al niño, ahora sin
testigos.
Se sacó el cuchillo que llevaba escondido sobre la falda y
lo apuñaló.
Y aquí terminó la terrible historia de aquella dichosa
familia o… ¿tal vez no?
Muy buena historia Aarón es entretenida y perturbadora.
ResponderEliminarSinceramente el final yo creo que es la mejor parte, me dejaste con intriga.
Buen Trabajo.
Muy impactante, me gustó. Se nota que te has esforzado, un saludo.
ResponderEliminarMuy impactante, me gustó. Se nota que te has esforzado, un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias Andrés y Germán por vuestros comentarios.
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