Este es mi relato modernista a la manera de Rubén, espero
que os guste:
El cielo está brillante pero a la vez sombrío, con tonos
gélidos y pinceladas anaranjadas; el aire quema y el atardecer viene con calma
pero sin pausa, abordándome otra vez aquí solo. Un relato triste… así como para
cautivar las melancolías de decenas de seres humanos o tal vez solo vivos,
porque el hombre deja de ser hombre cuando permanece en soledad para
convertirse en eso, un simple ser que continúa vivo o al menos consigue
respirar.
Había una gran isla de territorios Americanos a la que
llamaban algo así como “Jamaica”. Donde abundaban las altas palmeras con sus
grandes hojas verdes, el color de la esperanza, algo que estaba dejando de
existir en mí.
Aquel dichoso día en el que mi persona decidió poner rumbo a
explorar un poco del precioso mundo que me rodeaba y del que desconocía la gran
mayoría de exóticos rincones, empezó la aventura que me arrebató hasta mi
último aliento. Con mi pequeña barca en forma de triángulo equilátero partí
desde mis preciadas tierras. Tras largos días de intensa navegación, fuertes
oleajes, algunos asaltos de temerosas criaturas marinas, temperaturas ariscas y
bastante desfavorables, me dí cuenta de que era de mi necesidad conseguir
comida y poder dormir sobre algún terreno llano y no flotable. Encontré a los
lejos una hermosa isla desierta en la que desembarqué.
Me establecí en aquel hogareño y agradable lugar; recolecté
y conseguí encontrar numerosos alimentos aunque con mi increíble maña, y no es
por alardear, no me costó más que varios días. Hasta me instalé en una pequeña
cabaña hecha por ramas de árboles y algunas de las hojas mencionadas
anteriormente.
Venía en busca de lugares distintos a lo que conocía pero me
dí cuenta de que me sentía muy solo. Por las noches hacía un frío me atrevería
a decir invernal y mis bajas defensas me hicieron de notar enseguida que no
podía permanecer mucho más tiempo allí. Pasaron tantos días así…¿dos
semanas?¿tres? no, supongo que algo más de un mes. Mi barca despareció al poco
de llegar por las intensas y horripilantes lluvias, y mis intentos de crear una
nueva fueron en balde. Estaba atrapado allí y todas las circunstancias me
impedían escapar. No podía estar más tiempo solo, acostumbrado a una familia de
cinco muchachos y una bellísima esposa… Me estaba volviendo realmente loco. Oía
voces en mi cabeza todas las noches, era como si las personas más queridas para
mí, estuvieran gritándome atrocidades al oído. No logro recordar lo que me
decían, tal vez me rogaban que saliera de allí, o quizás solo me querían
advertir de algo, pero fuera lo que fuere, dejé de creerme que eran producto de
mi imaginación pues, la inmensa soledad que sufría estaba empezando a acabar
conmigo, y sigilosamente, lo terminó consiguiendo.
El rincón del que me había enamorado se convirtió en la
pesadilla de la que nunca pude escapar.