Me propusieron ir
de tapas unos compañeros del trabajo a los que no tenía especial cariño, y de
modo reticente acepté.
A todo esto,
llegué al lugar en el que habíamos quedado y para variar en los españoles,
llegaron cuarenta y cinco minutos tarde y encima con la cara dura de no pedir
disculpas.
Vinieron todos,
el señor gordo que hacía ruidos raros cuando comía algo, la chica jovencita que
cogía el cuchillo y el tenedor al revés, la vieja con más verrugas que años en la
cara y el tipo que va de gracioso creyéndose "el alma de la fiesta".
Todo este conjunto de personas si es que las podemos denominar así, vestían con
los mejores trajes y vestidos de la ciudad, y dicen ser gente de dinero pero,
¿se creen más que todo el mundo por tener algunos cuartos más? Pues
posiblemente sí, miran por encima del hombro y cuchichean entre risas cuando
ven a alguien con menos posibilidades. De mi mismo se mofan disimuladamente
pensando que yo no me doy cuenta.
Mientras tanto,
el camarero viene con la bandeja cargada de lo que habíamos pedido hace una
media hora como no, todo siempre tarde. Se notaba como quería parecer elegante
dejando la bebida en la mesa y entre tanta finura, ¡pum! golpea el vaso
mientras sirve otro y se me vierte encima; para variar no pide disculpas y se
va avergonzado.
Los ricos se ríen
a carcajadas y no veo mucha intención de ayudarme. Me seco como puedo, porque
me pone nervioso esta situación, el hombre gordo está masticando con la boca
abierta mientras que se ríe recordando lo que ha pasado, a la chica se le cae
al suelo el trocito de solomillo de cerdo que venía de tapa con el vino que me
han tirado, y la señora vieja no para de rascarse las verrugas inquieta.
Llega la hora de
pedir la cuenta, mil pesetas en total. Se hacen los locos como si no
hubieran escuchado la cifra, acordamos al principio que cada uno se pagaba lo
suyo pero finalmente se han excusado diciendo: Págalo tú esta vez, que nos
hemos gastado el dinero en las joyas más valiosas que había en la tienda antes
de venir.
Mentirosos,
chanchulleros, hijos de mala madre. He tenido que pagar yo mientras ellos se
van de rositas a un bar con más prestigio según ellos. Me han engañado
tontamente haciéndome creer que lo pagaríamos entre todos, aunque si tan ricos
son podrían pagarme hasta mi parte sin problema.
Y así son los que
se creen ricos en España, estafadores y malas pécoras, se ríen de la crisis que
sufren otros cuando la mayor crisis humana la tienen ellos.
Así que como no
he salido sano y salvo de esta, no volveré a irme de tapas nunca y menos con
este tipo de gente.
Firmado Sr
Woodpond.