jueves, 24 de septiembre de 2015

La meta

Me llamo Ali el Garanty, y tengo 18 años pero mi pasaporte dice que soy menor. Llevo dos años bajo custodia de servicios sociales. En Melilla hay muchos en mi situación y al ser demasiados bajo el cuidado de estos, han sucedido diferentes conflictos, en los cuales me he visto involucrado en varios de ellos. El más significativo para mi fue el que ocurrió hace varios meses: Me levantaba de la cama y me vestía como de costumbre, con mis pantalones azules y mi camiseta blanca rota por un lado, pero esa mañana no fue tan tranquila como me esperaba. Ahmed estaba escondido en la puerta del baño, esperando a cualquier indefenso que pasara por su lado, que en esta ocasión por suerte o por desgracia fui yo. Estaba ebrio, aturdido y con la chulería que le caracterizaba. Abrí la puerta del aseo cuando vi como se abalanzaba sobre mí; me tiró al suelo y empezó a darme puñetazos, primero en el la cabeza y después en el pecho. No se exactamente el tiempo que pasaría, pero para mi fue eterno, como si el reloj se parara y no empezara nunca a funcionar. Me hacía daño, me estaba provocando un dolor insoportable, pero yo no hacía nada, estaba quieto, en "shock", paralizado y sin saber muy bien que hacer. Se me ocurrió gritar, por si alguien me escuchaba, pero dejé de hacerlo muy pronto porque nadie venía a socorrerme.
Ahmed paró de repente y se cayó al suelo, yo también me quedé tendido porque ni levantarme podía, y me di cuenta de que no estábamos solos, había un niño pequeño, no muy alto, gordito y pecoso mirando, Samir creo que se llamaba. Cuando le miré salió corriendo y enseguida vino acompañado de un anciano monitor. Me incorporé en cuanto pude y le conté a este lo que había sucedido; parecía creer lo que yo le decía, aunque supongo que también ayudaba tener un testigo que asentía a todas mis palabras. Los acompañé al despacho del director de aquel lugar, y le volví a relatar los hechos.
Pasaron un par de días, en los que Ahmed me había cogido especial manía, aunque yo no le hacía caso me incomodaban sus comentarios despectivos y sus intencionadas humillaciones. Pero cuando menos me lo esperaba, todo empezó a ir mejor de lo que nunca hubiera imaginado; me llamaron del despacho del director, y me comunicaron que habían confirmado mi mayoría de edad y que tras la pelea, estaba el primero en la lista para ir a España.
Mi meta, mi gran meta se iba a cumplir en tan solo treinta días; en un mes estaría residiendo en España, y quien sabe, quizás estudiando ingeniería que es mi gran sueño desde pequeño.